sábado, 31 de enero de 2015

Capitulo 2



Me sorprende a mi misma lo tonta que he sido. ¿Cómo no he podido darme cuenta? Haciendo que Edward y yo participemos, tendrán un gran espectáculo, una historia de amor. No puedo dejar que destrocen mi historia de amor… no puedo dejar que se den cuenta de mi historia de amor. Así que debo ocultarla, pero Edward no lo comprenderá. Él seguirá actuando como siempre, dulce y amable. Para él, el Capitolio no supone una amenaza, él está orgulloso de servir a su distrito. Creo que realmente piensa que tiene oportunidad de ganar los Juegos, cuando nunca ha entrenado para ello, cuando su boca no ha pronunciado en su vida ni una sola palabra de odio, cuando el ayuda a las ancianas y rebosa alegría. Edward es débil, física y emocionalmente. Posiblemente sea lo que más me gusta de él, que al contrario de los otros chicos del distrito 2, no le hizo falta demostrar su fuerza para conquistarme, tan solo me robó una sonrisa y me regaló un beso. No me ha hecho nunca falta ninguna otra prueba de amor.

Entonces alguien llama a la puerta del Edificio de la Justicia y me saca de mis pensamientos. Mi familia, claro. Aparece mi hermano Robert acompañado de mi madre y mi padre, que se mantienen a cierta distancia cuando viene corriendo a abrazarme. 
-¿Donde vas?- me pregunta. Claro, no tiene ni idea de lo que ocurre. Tan solo tiene cinco años, apenas le habrán empezado a hablar de los Juegos.
-Me voy de viaje.
-¿Adónde, volverás pronto?- No puedo evitar que las lágrimas vuelvan de nuevo.
-A un lugar bonito, donde se canta la canción del abuelo. Pero no puedo volver.
-¿Puedo ir contigo?- Me mira con ojos tristes, creo que va a llorar también.
-No.
Vuelve a abrazarme con todas sus fuerzas y esconde su cabeza en mi pelo. A pesar de eso le oigo sollozar. Nos quedamos así unos minutos, entonces llega el agente de la paz y mi madre viene a mi lado para separar a Robert de mi. Antes de marcharse me susurra algo al oído:
- No hagas estupideces, asegúrate de morir con dignidad.

Lo que sucedió a continuación apenas lo recuerdo. Varias amigas del instituto vienen a verme, algunas lloran desconsoladas y otras me felicitan y me dan ánimos, como si realmente pensaran que tengo alguna oportunidad, pero yo sigo pensando en las frías palabras de mi madre. Cuando se marchan, viene de nuevo el agente y me acompaña desde el Edificio de la Justicia hasta la estación, junto a Edward. En la estación hay mucha gente que ha venido a despedirnos. Familiares, amigos e incluso gente que no había visto en la vida pero que, al parecer, me aprecian muchísimo. La gente aplaude a nuestro paso y gritan nuestros nombres, aunque todo lo que oigo son las palabras de mi madre. Yo intento no mirarles y mantengo la cabeza gacha, tragándome las lágrimas que me quedan. En cambio Edward sonríe y saluda, me intenta agarrar la mano, pero al ver que me aparto bruscamente me mira extrañado. Yo desvío la mirada, pero no deja de mirarme hasta que entramos en el tren. Entonces le miro a sus profundos ojos y consigo esbozar un breve ‘’Lo siento’’. Salgo corriendo lo más rápido que puedo hasta mi habitación, sin fijarme siquiera en las miradas atónitas de los avox y los gritos ofendidos de Taylor Sunlight. En cuanto llego, me arrodillo en el suelo y intento asimilar todo lo que me ha pasado desde que me he despertado: Me he arreglado. He ido a la cosecha. Me han condenado a muerte. Me he despedido de Robert. Mi madre me prefiere muerta que viva. Lo he pagado con Edward. 

No puedo evitar volver a llorar. Estoy asustada y no tengo posibilidades. ¿Quien va a patrocinar a una chica de 15 años delgaducha llorona? Entonces empiezo a sollozar. Y los sollozos se convierten en gritos y, finalmente, me quedo dormida en el suelo del vagón. 

lunes, 22 de diciembre de 2014

Capitulo 1



Camino hacia el escenario mientras la gente aplaude y me lanza vítores. No sé porqué se alegran, los Juegos son algo horrible. Intento parecer segura, pero mi mundo se desmorona por dentro, aunque camino con firmeza, me tiemblan las manos, a pesar de que intento parecer impasible, las lágrimas corren por mis mejillas. Creyendo que son lágrimas de alegría, las muchachas a mi alrededor me abrazan y gritan mi nombre. 

Intento no mirar a Edward, pero no puedo evitarlo. Sus preciosos ojos oscuros me miran con profunda tristeza y lloran. Por culpa de un estúpido programa de televisión voy a perderle, voy a perder al amor de mi vida. Mi muerte en los Juegos le destrozará. ¿Por qué me habrán elegido a mí? No soy la más lista, no tengo el peso de las otras chicas de mi distrito ni sé luchar, por lo que no tengo muchas probabilidades de sobrevivir, no soy la más guapa ni tengo mucha personalidad, por lo que no tengo muchas oportunidades para conseguir patrocinadores. Si el distrito 2 intenta ganar todos los años, ¿Por qué ha votado por mi tanta gente?

Mi madre aplaude también, despacio, incluso intenta reprimir una sonrisa. Parece aliviada de que por fin vaya a desaparecer de su vida. Estoy segura que ella ha sido una de las personas que han votado por mi. Una de las muchas que han votado por mi, por lo que parece. Siempre me ha querido lo mas lejos posible y ahora tiene la oportunidad perfecta para perderme de vista para siempre. Nunca ha sentido ni una pizca de amor materno hacia mi. Ya sea porque tengo ideas distintas a los de mi distrito, porque evito ver los Juegos cuando se emiten o porque odio con todas mis fuerzas a todos los Agentes de la Paz, incluido a mi padre. Nunca la entenderé. Ni puedo ni quiero. ¿Cómo se puede desear ver morir a tu propia hija? 

De camino al escenario, recuerdo la lectura de la tarjeta que anunciaba el reto del primer Vasallaje de los Veinticinco. Así lo indican las normas de los juegos. Cada veinticinco años se hará un evento especial para conmemorar el nacimiento de los Juegos del Hambre y éste es el primer año que se celebra, por lo que la gente del Capitolio está muy entusiasmada. El presidente Fossheim aparece en todas las pantallas del país, junto al vicepresidente Coriolanus Snow. Es sorprendente la juventud que aparenta. No parece tener mas de dieciocho años, pero conociendo la extraña moda del Capitolio por aparentar mas joven, no me sorprendería que el tuviera más de veinticinco. El presidente sube a la pequeña tarima con una gran sonrisa y los ojos brillantes. De verdad parece sentirse orgulloso de los Juegos, como si realmente fuera un acto que merezca la pena celebrar. Aquí, en el distrito 2 y en otros pocos distritos, ser un tributo significa servir a tu país, mientras que en los sobrantes, tributo es un sinónimo de cadáver. Después de un breve discurso, Fossheim recita el corto texto que anuncia el reto del primer Vasallaje:

‘’Para recordar que los Juegos del Hambre 
forman parte de todo el país, 
será la gente de los distritos quien decida 
los tributos que participarán,
por lo que no habrán voluntarios.’’ 

Empiezo a subir las escaleras e intento esbozar una sonrisa, pero me ahogan las lágrimas. La gente me dedica una grandísima ovación. Se alegran por mi, creen que estoy emocionada. Es mejor que no se den cuenta del odio que siento por el Capitolio, o por los rebeldes, o por quien fuera el culpable de los Juegos. Según lo que nos enseñan en la escuela, el Capitolio tan solo quiere protegernos, para que no nos destruyamos entre nosotros, pero si solo quieren protegernos, ¿por qué estamos rodeados por vallas electrocutadas para que no salgamos de nuestro distrito? Nos cuentan maravillas sobre el Capitolio, y lo horribles que fueron los días que duró la guerra, los Días Oscuros. Algo me dice que no todo lo que nos cuentan es verdad, pero, ¿en qué creer? ¿En quién creer? 
Me acerco hacia Taylor Sunlight, que me sonríe enseñando los dientes. Tiene el pelo largo, recogido en un precioso y elaborado moño alto que la hacen muchisimo mas alta de lo que sería si no llevase este peinado. A pesar de su forma y de su color rubio fuerte, se puede distinguir que no es una peluca. Tiene la piel de un tono naranja claro casi rosa pálido y la cara maquillada con colores vivos y pequeñas joyas incrustadas en la piel a juego con su blusa de flores de seda. Lleva también una falda de tubo morada que dejan desnudas sus piernas de rodilla para abajo. En las manos tiene pequeñas joyas al igual que en la cara y las uñas postizas, pintadas  cuidadosamente. Si no dedicara tanto tiempo a su aspecto, sería una mujer preciosa, pero al estar tan maquillada, recuerda mas a un payaso que a una mujer. Me saluda cariñosamente y me da dos besos en las mejillas y la gente aplaude a rabiar. Sin pensárselo un segundo, se dirige a la urna con los nombres de los chicos y cuando lee la papeleta, lo entiendo todo y ahogo un grito y siento que me voy a desmayar, lo entiendo todo y mi vida pierde sentido.
Taylor pronuncia el nombre despacio:
Edward Blair. 
------------------------------------------------------------------ -----------------------------------------------------------------